viernes, 4 de mayo de 2012

#8 ''Ralph''

P.d.v: Mario.

Mario iba andando, cabizbajo, en su mundo. De pronto, notó que alguien le daba una palmada en el hombro. Se giró sobresaltado y se encontró con un chico de su edad, un poco más alto que él, con una sonrisa en la cara. Tenía una sombra de bigote, negro. Su pelo era castaño claro, liso, con las puntas abiertas. Tenía ojos saltones, de color caramelo oscuro. Su piel era blanca, muy blanca, pero no tanto como la de Valentina, que era casi traslúcida.
Heeeeeeeeeey. ¿Tú eres el nuevo? Te llamas... Eh... ¡No me lo digas que yo me acuerdo! ¡Ah, sí! ¡Carlos!
Uuuuy. Casi.
Vale, bien, estoy cerca... ¡Alfredo! No, venga, fuera coña, te llamas Mario. Soy Rubén, pero mis amigos me llaman Ralph –Rubén le tendió la mano.
Mario la aceptó, aguantando la risa.
¿Y yo debo llamarte...? –comenzó Mario.
¡Ralph, por supuesto! Bueno, como te veo un poco solitario, y a mí me da un poco de pena la gente así, te voy a llevar a conocer el sitio. Lo típico, una visita guiada. ¡Y gratis! No lo puedes rechazar.
Es verdad, no puedo.
Ay, va, qué buen chico. Bueno, te voy a enseñar lo típico: a quién debes acercarte y a quién no; a quién debes sonreírle y a quién escupirle... Esas cosas.
¿Y a quién no debo acercarme, así por adelantado?
Bueno, a David Kane y, sobretodo, mantente alejado de la morena: Valentina Galán. ¡Que pesadillaaa!
¿La conoces?
¿Que si la conozco? ¡Estuve en su clase el año pasado! ¿Y sabes qué? ¡Es una maldita marginada social! Nunca se separa de su amiguito David... Que, entre tú y yo, yo creo que están liados... Pero eso, que jamás habla con nadie que no sea de su clase. O... Bueno, en este instituto hay como dos tipos de personas: los que pertenecen al Midnight High School y los que no. Por adelantarte algo: yo no soy de los que encajan.
No lo entiendo...
Los pijos, los snob, los que gobiernan este maldito Infierno. Valentina y David son de ellos, pero marginados. ¿Lo pillas?
Ehhh... Más o menos.
Lo verás claro cuando lleves dos semanas aquí.

7# ''Tú y tu optimismo''

P.d.v: Valentina.

Sonó el timbre del recreo.
Valentina y David salieron al patio, llevando sus mochilas con ellos. El lugar de recreo se dividía en dos partes: patio de arriba (pistas de fútbol, baloncesto y voleibol) y el patio de abajo (cafetería y bancos). Pero Valentina y David pasaban de bancos. Siempre se iban a un rincón que había tras un muro, para que ningún humano con el oído demasiado fino pudiera oír sus conversaciones sobre magia.
Valentina tiró con fuerza la mochila. Iba a descargar su ira en ese mismo momento. Empezó a darle patadas a una piedra.
Oye, Valentina, como sigas así te vas a cargar los zapatos. Y me costaron muy caros, preciosa –dijo David sentándose contra el muro y sacando su desayuno.
¡Me da igual! Estoy hasta ahí abajo de la caja, y estoy más harta todavía del humano ese nuevo.
¡Pero los zapatos no tienen la culpa de que el chiquillo ese tenga la capacidad de hacerte saltar los nervios, mujer! Anda, siéntate, que tengo una idea para colarnos en el departamento de magia.
Valentina dejó de dar porrazos con los pies a las piedras y lo miró, interesada. Se sentó a su lado, más tranquila.
Pues venga, cuenta.
Mira, esta es la cosa –David sacó un mapa de la mochila y señaló un punto–. Aquí estamos nosotros. Debajo nuestra, hay un túnel. Se supone que de emergencias. Como bien sabes, el departamento de magia, está en la parte más alta del edificio. Pero si seguimos por este conducto, y subimos estas escaleras, podemos llegar en unos quince minutos. De las 12:30 a las 12:35 sabes que la magia se debilita, porque tú misma pierdes fuerzas. Durante estos cinco minutos, la barrera desaparece. Podemos colarnos, coger los archivos y devolverlos al día siguiente.
Pero... ¿cómo nos escapamos de clase? Para que ninguno se haga una piarda a esa hora, nos han colocado al grupo de magos con la Chaparro.
La Chaparro era la profesora más vieja de todo el instituto. Era maga y con mucha mala leche. Siempre estaba seria y con un humor de perros. Daba clase a los magos, y de vez en cuando usaba conjuros para mantenerlos callados. Aunque tenía seiscientos años, aparentaba cuarenta y tantos.
¿Te crees que he dejado ese detallito sin pensar? Pues no, Valentina, no. Sabes que yo siempre lo tengo todo en cuenta.
Oh, genio, ilústrame.
Ja, ja. Pues mire usted, señorita Sarcasmo, he encontrado un libro en la biblioteca de mi abuelo sobre hechizos que, aunque requieren mucho esfuerzo, podrían servirnos. Uno en especial. Hay uno que debe realizarlo un mago adulto, pero he pensado que dos jóvenes equivaldría a un adulto.
Lógica aplastante.
Calla. Este hechizo es complicado, pero puede crear dobles que no se debilitan a esa hora.
David, eso es Magia Prohibida. Nosotros hemos comenzado con la Magia Negra, en secreto y sin mentor. No nos va a salir.
Tú y tu optimismo.

jueves, 3 de mayo de 2012

6# "Presentaciones"

P.d.v: Mario

Todos se colocaron en circulo. Mario no sabía bien de qué iba aquello. Parecía como cuando él iba a parvulario y se colocaban en círculo para que la profesora les leyera cuentos.
–Bien, poneos en círculo. Pasaos esta hoja, una para cada uno. Y sacad un boli.
El profesor le dio unas hojas con todos los nombres de los alumnos de la clase. Mario leyó algunos nombres. Localizó a Ana y a Carla y a Ángel. También a Valentina.
La primera en hablar fue la de la cara llena de perforaciones.
–Soy Celia Campos. Mi madre trabaja en una policlínica haciendo piercings –«Jamás lo hubiera imaginado», se dijo Mario con sarcasmo mientras apuntaba el dato–, soy fan de Evanescence y odio el chicle de fresa.
La siguiente era la puta.
–Mi nombre es Ana Álvarez. Me encanta la ropa de colores brillantes, siempre veo Gran Hermano y mi padre es dueño de la tienda de joyas más famosa del lugar.
Mario apuntó los tres datos.
–Me llamo Valentina Galán. Me encantan las motos, odio a los entrometidos y me gusta resolver acertijos –esto último, advirtió Mario, lo dijo mirando a David, como si fuese un chiste privado.
–Soy David Kane. Odio a Justin Bieber, me gusta el baloncesto y soy fan incondicional de Swan Fyahbwoy.
Todos apuntaron a la vez. Parecían chicos normales, se dijo Mario para tranquilizarse. David podía imponer, pero sus gustos eran de lo más comunes.
–Hola, me llamo Carla Bermúdez. No conocí a mi padre, me encanta el voleibol y soy fan de Paramore.
Mario apuntó corriendo. Ya tenía dos dudas: ¿cómo se escribía el grupo que había dicho la gótica-colador? ¿Y el de ahora? Al menos el que había dicho David, sabía como se escribía porque los de su antiguo instituto eran también fans.
Ahora le tocaba al gay. Bueno, a lo mejor no era gay, solo lo parecía.
–Soy Ángel Ballesteros –«Vale, sí, es muy gay», se dijo Mario–. Me gusta Lady Gaga, bailo Funky y mi padre es luchador profesional.
«Oh, que varonil», pensó Mario.
Todos se quedaron en silencio. Mario miró a su alrededor. Entonces se dio cuenta de que le tocaba a él. No había pensado en nada para decir.
–Eeeehh.... Soy Mario Suárez. Me gusta la natación, me encanta LMFAO y odio las matemáticas.
Todos apuntaron veloces. Mario suspiró, había pasado vergüenza.
Cada alumno siguió diciendo sus cosas. Mario apuntó todo con rapidez.
Tocó el timbre, y todos salieron.

5# "Nuevo alumno"


P.d.v: Mario Suárez:

Mario encontró finalmente la clase. Cuando abrió la puerta del aula, vio pasar ante sí un avión de papel. Se echó hacia atrás, en un intento de que no le diera. Miró el revuelo que había formado: gomitas por doquier, más aviones planeando, grandes bolas de papel atravesando el aire...
Se distinguía una gran variedad de personajes. Todos llevaban el uniforme, pero lo hacían característico. Por ejemplo: una chica llevaba muñequeras y collar de pinchos, además de la cara hecha un colador con tanto piercing; otra se había hecho un nudo en la camiseta del uniforme (el de las chicas era una camiseta azul oscuro de mangas cortas, de largo era como una camiseta normal, pero iba descendiendo gradualmente, hasta acabar en pico sobre la rodilla izquierda) para que se le viera un vientre plano y un piercing en el ombligo; y un chico que tenia.... los ojos pintados.
Toda la clase calló súbitamente. Un hombre bajito, gordo, medio calvo, con gafas antiguas de cristal amarillento y unos abundantes pelos en la nariz. Era de ese tipo de personas que matan el concepto de sex-appeal. Este señor llevaba en la mano un maletín de piel marrón que dejó en la mesa, justo antes de reparar en el extraño chico que había en la puerta.
-¿Es usted el nuevo alumno, cierto? -preguntó el hombre con una voz ronca.
-Sí, soy Mario Suárez.
-Sí, me han informado. Bueno, siéntese aquí mismo, que hay un sitio libre. Le presentaré a la clase, justo después de pasar lista.
Mario asintió y fue a sentarse entre dos chicas (gracias a Dios) normales. Una era alta y morena, la otra bajita y pelirroja. Y no parecían demasiado animadas.
El profesor fue nombrando personas: una tal Ana Álvarez (la puta), otro llamado Ángel Ballesteros (el gay), Carla Bermúdez (la morena que estaba sentada al lado de Mario)... Pero lo que realmente le hizo levantar la vista de su mesa a Mario fue un nombre femenino. Uno que ya había leído en alguna parte hacía no más de veinte minutos: Valentina Galán.
«G, de Galán», pensó con una sonrisa.
Levantó la vista y, al final de la clase, la vio tirada sobre una silla con el chico ese que la había acompañado por la mañana.

P.d.v: Valentina Galán.

Rebuscó de nuevo en la mochila. Estaba segura al cien por cien de que lo había cogido de su taquilla.
-David, ¿no lo habrás cogido tú? -susurró a su compañero.
El aludido ojeó su mochila. Ni rastro del libro de Biología de Valentina.
«Genial, pierdo el idiota ese cae en mi clase», pensó Valentina con desdén.
-Tranquila, como ha entrado el chico nuevo haremos las presentaciones. No daremos clase seguramente -la tranquilizó su compañero.
El profesor pasó lista. Cuando su nombre llegó, levantó el brazo y dijo: «Presente». Valentina se fijó en que el novato levantaba la vista al oír su nombre. Y que además levantaba el brazo.
-Dígame -dijo el señor Alcázar.
-En el pasillo me encontré con un libro de Biología -comenzó-. Creo que es de ella -señaló a Valentina.
Esta lo miró. Toda la clase la observaba. Se levantó, cogió el libro y con un gracias que más sonó a insulto que a agradecimiento, se volvió a su sitio.
Debió de caérsele al chocar con ese chico.
Se sentó de nuevo en su mesa. Miró a David. Este la miraba con una sonrisa pícara,de esas que solo él sabía esbozar y que siempre usaba cuando se burlaba de Valentina. Solo ella había visto esa sonrisa.
-Qué buen chico -dijo David, sarcástico.
-Me encanta cuando te pones celoso... Te vuelves tan vulnerable... Es súper fácil meterse contigo así -contraatacó Valentina.
-¿Yo, celoso? Oh, me has pillado; siempre quise ser un humano corriente que deja en ridículo a una Maga Negra.
-Tu puta madre, gilipollas.
David y Valentina se miraron un momento; caras serias y miradas divertidas. Al final, rompieron en carcajadas.