P.d.v:
Valentina.
Valentina y
David estaban en el cuarto de este, intentando descubrir un poco más
acerca de la caja. Era una habitación grande, con estanterías
llenas de libros de conjuros camuflados entre libros de literatura
juvenil. Las paredes eran de un color grisáceo y resaltaban fotos
enmarcadas de algunos cantantes. En una esquina había un escritorio
de madera oscura, toda llena de papeles escritos en distintas lenguas
antiguas. Una gran ventana decoraba una de las paredes. La cama era
una litera. En el cuarto de Valentina había otra. Sus madres
decidieron poner una en cada casa para que los dos, cuando eran
pequeños, no tuvieran que dormir en la misma.
Los dos
estaban sentados en el suelo, con la caja en medio y papeles y libros
de Magia Prohibida esparcidos por el suelo.
–¡Mira
este! –dijo David.
–¿Abrirá
la caja?
–No. En
realidad, es para el acné. Es que me ha salido una espinilla en la
frente y me tiene malo.
Valentina lo
miró. Le lanzó una mirada fulminante y después buscó un libro
gordo. Vio uno del tamaño de un diccionario, tal vez mayor, y se lo
tiró a David a la frente.
–AAAAAAAAAAAY
–gritó el agredido.
–Ea, adiós
a la espinilla –contestó ella aguantando la risa.
–Bueno,
bueno. Mira, busca un libro llamado Secretos de la Magia Prohibida
–dijo David, masajeándose la frente.
–Es
el que te he tirado a la cabeza.
–Ah
–David recogió el libro gordo de tapas duras que le había lanzado
Valentina con tan mala leche–. Y luego dicen que el saber no ocupa
lugar. Bueno, pues en la página... ¡Hija de puta! ¡Has perdido la
página donde venía el hechizo para crear los dobles! ¡Que me he
pasado una semana leyendo!
–¡Pero
te he reventado la espinilla! Además, mira en el índice o algo así.
–Claro.
Un libro, de unos doscientos años de antigüedad, escrito en latín,
a mano... Y, cómo no, va a tener índice.
–Bueno,
pues.... Ay, David, ¿no se te ocurrió copiarlo?
–Pues
claro que sí. Está en ese papel de allí.
Valentina
le echó una mirada furibunda. Se levantó, fue hacia el escritorio y
cogió el papelito de color marfil donde estaba escrito el hechizo.
Se iba a dar la vuelta, pero lo pensó mejor. Cogió un libro y...
ZAAAAS, a la cabeza de David que fue a parar el ejemplar de
Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso.
–¡VALENTINA!
–gritó David con los ojos muy abiertos–. UN MALDITO LIBRO MÁS
EN MI CABEZA Y ESTE JARRÓN VA A LA TUYA.
–Ea,
pero más tranquilito eeeeh.
Valentina
se volvió a sentar, mirando el hechizo. Palabras en latín se
mezclaban en su mente. Ay, Dios...¿qué cojones ponía ahí? Ahora
se arrepentía un poco de no haber aprendido esa lengua, de haberse
dormido durante Latín tantos años seguidos.
–No
entiendes nada –afirmó David–. Bueno, solo debes aprender a
pronunciar esto, tampoco es tan complicado. Vamos al parque a
practicar.
P.d.v:
Mario.
23:59
de la noche.
Mario
llevaba un buen rato paseando. No se podía ir a muchos lugares,
sobretodo porque era casi medianoche. Así que acabó yendo al lugar
que más conocía de aquel pueblo: el instituto. Estaba a una calle
de distancia, así que decidió ir hasta él. Y la sorpresa que se
llevó no fue pequeña. Todos y cada uno los esnobs del instituto
estaban allí, con un uniforme distinto: camisa de mangas cortas azul
oscuro y pantalón pitillo negro. Algunos llevaban una chaqueta azul
con el logotipo del instituto.
Se
fijó aún más, y consiguió distinguir a David. Y a su lado,
Valentina.
¿Qué
ocurría ahí?
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