domingo, 3 de junio de 2012

9# "Cómo reventar una espinilla"

P.d.v: Valentina.

Valentina y David estaban en el cuarto de este, intentando descubrir un poco más acerca de la caja. Era una habitación grande, con estanterías llenas de libros de conjuros camuflados entre libros de literatura juvenil. Las paredes eran de un color grisáceo y resaltaban fotos enmarcadas de algunos cantantes. En una esquina había un escritorio de madera oscura, toda llena de papeles escritos en distintas lenguas antiguas. Una gran ventana decoraba una de las paredes. La cama era una litera. En el cuarto de Valentina había otra. Sus madres decidieron poner una en cada casa para que los dos, cuando eran pequeños, no tuvieran que dormir en la misma.
Los dos estaban sentados en el suelo, con la caja en medio y papeles y libros de Magia Prohibida esparcidos por el suelo.
¡Mira este! –dijo David.
¿Abrirá la caja?
No. En realidad, es para el acné. Es que me ha salido una espinilla en la frente y me tiene malo.
Valentina lo miró. Le lanzó una mirada fulminante y después buscó un libro gordo. Vio uno del tamaño de un diccionario, tal vez mayor, y se lo tiró a David a la frente.
AAAAAAAAAAAY –gritó el agredido.
Ea, adiós a la espinilla –contestó ella aguantando la risa.
Bueno, bueno. Mira, busca un libro llamado Secretos de la Magia Prohibida –dijo David, masajeándose la frente.
Es el que te he tirado a la cabeza.
Ah –David recogió el libro gordo de tapas duras que le había lanzado Valentina con tan mala leche–. Y luego dicen que el saber no ocupa lugar. Bueno, pues en la página... ¡Hija de puta! ¡Has perdido la página donde venía el hechizo para crear los dobles! ¡Que me he pasado una semana leyendo!
¡Pero te he reventado la espinilla! Además, mira en el índice o algo así.
Claro. Un libro, de unos doscientos años de antigüedad, escrito en latín, a mano... Y, cómo no, va a tener índice.
Bueno, pues.... Ay, David, ¿no se te ocurrió copiarlo?
Pues claro que sí. Está en ese papel de allí.
Valentina le echó una mirada furibunda. Se levantó, fue hacia el escritorio y cogió el papelito de color marfil donde estaba escrito el hechizo. Se iba a dar la vuelta, pero lo pensó mejor. Cogió un libro y... ZAAAAS, a la cabeza de David que fue a parar el ejemplar de Cazadores de Sombras: Ciudad de Hueso.
¡VALENTINA! –gritó David con los ojos muy abiertos–. UN MALDITO LIBRO MÁS EN MI CABEZA Y ESTE JARRÓN VA A LA TUYA.
Ea, pero más tranquilito eeeeh.
Valentina se volvió a sentar, mirando el hechizo. Palabras en latín se mezclaban en su mente. Ay, Dios...¿qué cojones ponía ahí? Ahora se arrepentía un poco de no haber aprendido esa lengua, de haberse dormido durante Latín tantos años seguidos.
No entiendes nada –afirmó David–. Bueno, solo debes aprender a pronunciar esto, tampoco es tan complicado. Vamos al parque a practicar.

P.d.v: Mario.
23:59 de la noche.

Mario llevaba un buen rato paseando. No se podía ir a muchos lugares, sobretodo porque era casi medianoche. Así que acabó yendo al lugar que más conocía de aquel pueblo: el instituto. Estaba a una calle de distancia, así que decidió ir hasta él. Y la sorpresa que se llevó no fue pequeña. Todos y cada uno los esnobs del instituto estaban allí, con un uniforme distinto: camisa de mangas cortas azul oscuro y pantalón pitillo negro. Algunos llevaban una chaqueta azul con el logotipo del instituto.
Se fijó aún más, y consiguió distinguir a David. Y a su lado, Valentina.
¿Qué ocurría ahí?

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