viernes, 17 de febrero de 2012

1# "La caja"


Valentina creó una gran bola de fuego azul y atravesó el cuerpo del brujo contrincante. El brujo se desplomó y cayó al suelo entre aullidos de dolor. Valentina apenas reparó en el cuerpo, pasó por encima y siguió corriendo. Aquel lugar estaba ardiendo. ¿Dónde estaría la maldita hoja con las pistas? Las llamas se extendían a su alrededor mientras ella acababa con la vida de la mayoría de los seres mágicos que había allí protegiendo la cámara donde estaban las indicaciones que ella buscaba. Creó rayos de sol que quemaron e hicieron ceniza a un vampiro; hizo aparecer polvo de plata y roció a un hombre lobo; e incluso llegó a quemar viva a un pequeño hada que revoloteaba por allí. David le gritaba algo, pero ella no le hizo caso. Había vislumbrado entre las llamas una caja de cristal donde debían de estar las pistas. Corrió hacia ella, esquivando cuerpos inertes. Cuando alargó la mano hacia la caja, un pedazo de techo se desplomó. Valentina maldijo entre dientes. Un obstáculo más. Creó un hechizo para hacer desaparecer el fuego, pero era fuego mágico, así que no pudo extinguirlo. El fuego mágico solo podía apagarlo el ser que lo creaba, y a ella le daba la sensación de que lo había matado hacía ya rato.
Valentina, corre, esto se caerá de un momento a otro –le decía David mientras la agarraba del brazo y tiraba de ella.
Ella se resistió. No iba a perder aquella oportunidad de coger la hoja. Conseguiría aquellas indicaciones aunque le fuera la vida en ello. Se liberó y rompió el muro que había entre ella y su tesoro. Corrió hacia la pequeña caja. El cristal estaba al rojo vivo. Hizo levitar la tapa, pero no podía. Probó con varios hechizos, pero tampoco ocurría nada. El fuego se seguía extendiendo a su alrededor. Cada vez era más insoportable estar en aquel lugar. Valentina resopló. Oyó a David de fondo, chillando algo a pleno pulmón. El crujir de la madera le hacía imposible oír nada más. Se estaba agobiando. Intentó abrir la caja, pero estaba sellada. «Un conjuro, cómo no». Valentina frunció el ceño. ¿Cómo había dado por hecho que un objeto tan valioso iba a estar tan expuesto? Hizo que la caja flotase y la llevó con cuidado tras de ella. David la miraba con la cara transida por la ira. Corrió con la caja detrás de ella, levitando. Tenían minutos antes de que el edificio se quedara reducido a ceniza.
Buscaron una salida, pero estaban encerrados por el fuego. Valentina miró a su alrededor en busca de una vía de escape. Sonrió. Corrió hacia un mago para coger su cuerpo y estamparlo contra un cristal. David eliminó los pedazos cortantes de cristal de la ventana, antes de coger por el brazo a Valentina y tirarla. Después, se arrojó él.
Cayeron sobre los cubos de basura. David lanzó una sonora palabrota al aire cuando cayó sobre pieles de fruta. Se pusieron en pie y corrieron hacia sus motos antes de que el edificio se viniera abajo. Valentina miró atrás. Había descuidado el hechizo de levitación mientras caía, así que no sabía qué había sido de la caja. Pero estaba allí, aún irradiando calor.
Vámonos, el edificio se está derrumbando y la policía no tardará en aparecer –decía David en tono malhumorado mientras ponía en marcha la moto.

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