Valentina
creó una gran bola de fuego azul y atravesó el cuerpo del brujo
contrincante. El brujo se desplomó y cayó al suelo entre aullidos
de dolor. Valentina apenas reparó en el cuerpo, pasó por encima y
siguió corriendo. Aquel lugar estaba ardiendo. ¿Dónde estaría la
maldita hoja con las pistas? Las llamas se extendían a su alrededor
mientras ella acababa con la vida de la mayoría de los seres mágicos
que había allí protegiendo la cámara donde estaban las
indicaciones que ella buscaba. Creó rayos de sol que quemaron e
hicieron ceniza a un vampiro; hizo aparecer polvo de plata y roció a
un hombre lobo; e incluso llegó a quemar viva a un pequeño hada que
revoloteaba por allí. David le gritaba algo, pero ella no le hizo
caso. Había vislumbrado entre las llamas una caja de cristal donde
debían de estar las pistas. Corrió hacia ella, esquivando cuerpos
inertes. Cuando alargó la mano hacia la caja, un pedazo de techo se
desplomó. Valentina maldijo entre dientes. Un obstáculo más. Creó
un hechizo para hacer desaparecer el fuego, pero era fuego mágico,
así que no pudo extinguirlo. El fuego mágico solo podía apagarlo
el ser que lo creaba, y a ella le daba la sensación de que lo había
matado hacía ya rato.
–Valentina,
corre, esto se caerá de un momento a otro –le decía David
mientras la agarraba del brazo y tiraba de ella.
Ella se
resistió. No iba a perder aquella oportunidad de coger la hoja.
Conseguiría aquellas indicaciones aunque le fuera la vida en ello.
Se liberó y rompió el muro que había entre ella y su tesoro.
Corrió hacia la pequeña caja. El cristal estaba al rojo vivo. Hizo
levitar la tapa, pero no podía. Probó con varios hechizos, pero
tampoco ocurría nada. El fuego se seguía extendiendo a su
alrededor. Cada vez era más insoportable estar en aquel lugar.
Valentina resopló. Oyó a David de fondo, chillando algo a pleno
pulmón. El crujir de la madera le hacía imposible oír nada más.
Se estaba agobiando. Intentó abrir la caja, pero estaba sellada. «Un
conjuro, cómo no». Valentina frunció el ceño. ¿Cómo había dado
por hecho que un objeto tan valioso iba a estar tan expuesto? Hizo
que la caja flotase y la llevó con cuidado tras de ella. David la
miraba con la cara transida por la ira. Corrió con la caja detrás
de ella, levitando. Tenían minutos antes de que el edificio se
quedara reducido a ceniza.
Buscaron una
salida, pero estaban encerrados por el fuego. Valentina miró a su
alrededor en busca de una vía de escape. Sonrió. Corrió hacia un
mago para coger su cuerpo y estamparlo contra un cristal. David
eliminó los pedazos cortantes de cristal de la ventana, antes de
coger por el brazo a Valentina y tirarla. Después, se arrojó él.
Cayeron
sobre los cubos de basura. David lanzó una sonora palabrota al aire
cuando cayó sobre pieles de fruta. Se pusieron en pie y corrieron
hacia sus motos antes de que el edificio se viniera abajo. Valentina
miró atrás. Había descuidado el hechizo de levitación mientras
caía, así que no sabía qué había sido de la caja. Pero estaba
allí, aún irradiando calor.
–Vámonos,
el edificio se está derrumbando y la policía no tardará en
aparecer –decía David en tono malhumorado mientras ponía en
marcha la moto.
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